sábado, 27 de febrero de 2010

Una conversación interesante

Georgianna aún seguía sentada junto a la piscina y teniendo a Cameron y Britania Queen como compañía. Afortunadamente había mandando a Sidney Morrinson en busca de Leonor Saint Bonnet.
-¿Cómo intervino Prudent Berti en tu fantástica relación?- preguntó con un tono de malicia Britania.
-Veras… Llevó años viniendo a Estados Unidos visitando a mi familia. He pasado varios meses e incluso años viviendo aquí en temporadas.- explicó Georgianna.
-¿Cómo años? ¿Cómo estudiabas?
-Educación a distancia. A veces necesitaba sentirme junto a mi familia y decidía pasar un tiempo en casa de mi prima Cameron. Así conocí a las chicas y a todo el mundo.- concluyó.
-Es decir, fuiste bienvenida por todos y ahí es donde intervino la celosa de Prudent, ¿cierto?
-Algo así. Al parecer Manhattan no es lo suficientemente grande como para que una chica nueva llegue al barrio y no pase desapercibida. Conocí a la mayoría de los chicos de aquí, incluyendo los lacayos de Prudent. Ya sabes lo serviciales que son las niñas, con lo cual no tardaron en seguirme. Al parecer esto no le gustó a la señorita Berti.- contó Georgiana resumiendo las causas.
-Comprendo. ¿Qué hizo?- se interesó Britany al concebir que la historia resultaría más interesante de lo que había previsto en un principio.- Sorpréndeme.
-Cometió el peor error contra Georgianna Da Coppi.- amenazó la chica. No lo dijo abiertamente pero quiso avisar, de alguna manera, a Britania Queen de lo que se podría esperar de toda aquella que la perjudicara.
-Asistí al cumpleaños de dieciséis de mi prima Cameron en el local Beronia, donde lo celebra casi todo los años. Me acompañaba Clifford Warren con toda la elegancia que podía tener. Todos conocían la profunda y breve relación que manteníamos pues ya lo había presentado en sociedad como mi novio, incluso salimos alguna que otra vez todo juntos, ¿recuerdas, Cameron?- preguntó a su prima con ademan de que recordara.
-Sí, era un chico bien educado y simpático. Muy protector con Georgia.- comentó Cameron.
-Todo un caballero andante.- concluyó Britania, que asimilaba todos los halagos de las dos chicas al respectivo hombre.
-Obviamente.- siguió Georgiana.- Si Clifford conocía a muchos de nuestros conocidos y amigos, también conoció a Prudent Berti, pues yo misma me encargué de que se lo presentaran como novio de Georgiana Nutini. Era joven, pues aún tenía los quince y Clifford y yo no habíamos hecho nada deshonesto, ya me entiendes, cosa que no paso inadvertido por nadie del David Clarence.- explicó.- Disfrutaba de la fiesta bailando y contemplando como todos bailaban, charlaban y reían, cuando Clifford me ofreció una copa de ron. No era mi bebida preferida, pero ¿quién iba a negarse al chico que le gustaba? Me la bebí obedientemente. Prudent paseaba regularmente observándome y vigilante a todas mis acciones. Pero me sentía bien pues Clifford no se separó apenas de mí en toda la noche. Bailamos juntos durante la velada, abrazados y acaramelados, besándonos sin parar.
-Sí, fue realmente empalagoso.- intervino Cameron haciendo muecas. Britania le respondió con una divertida sonrisa.
-Como iba diciéndo.- Georgia se mostró ofendida y continuó.- Pasamos la noche como amantes platónicos. Desde mucho antes había despertado en mí la tentación y los deseos,pero no encontrábamos el momento ni el lugar. Tampoco era por la confianza pues Clifford fue siempre el dueño y señor de mi cuerpo, o bien así lo sentía en aquel momento. Era todo para mí, no existía ningún otro ni pensaba que existiría nunca. Pero aquella noche me sentía terriblemente afectada por sus hermosos ojos verdes, su pícara sonrisa y su cuerpo descomunal. Estaba totalmente halagada porque mi novio no quisiera separarse de mí en ningún momento salvo aquellos que saludaba algún allegado o tenía la necesidad de ir al servicio o servirse otra copa. Más tarde comprendí porque lo hacía. Me resultó extraño que aquella bebida de ron, que justamente no era de mi gusto, me parecería lo más bueno y excitante que había bebido hasta entonces. La gente pasaba por mi mente, segundos, y lo único que me importaba era Clifford y sus labios, sus grandes manos rodeándome y abrazándome tocando aquellas partes más coquetas.
-Georgia, ¿puedes seguir enumerando las escenas, querida?-pidió su prima con desaprobación.
Algo cohibida, Georgia refunfuñando por la desdeñosa intervención de Cameron, decidió continuar con la historia.
-Después de bastante tiempo resistiéndome a la tentación de comérmelo a besos…
-Te equivocas, querida, sucumbiste a la tentación.- indicó Cameron mirándola de reojo.
-Cameron, ¿puedo?- masculló Georgiana, su prima le contestó asintiendo.- Bien… Clifford también rabiaba de deseo, lo sabía por la manera de mirarme y tocarme. Intentando pasar desapercibidos subimos a una de las habitaciones de Cameron.
-Discreción fue su objetivo, que no consiguieron.- volvió a interrumpir Cameron. Britania no paraba de sonreír y carcajear por la escenita representada por las primas.
-¡Cameron! ¿Me permites continuar?- preguntó enfadada su prima.- ¿O tengo que mandarte a buscar a Sidney Morrinson que busca a tu desaparecida hermana?
Esto provocó que la antigua preocupación vivida en el cuerpo de Cameron recordara que su hermana no había aparecido hasta entonces. Georgia ignorando el pálido rostro de su prima, cuando recobró el sentido de la frase dicha, continuó con su historieta.
-Como iba diciendo… Buscaba la habitación en la que me solía alojar.- Beronia era un restaurante hotel, que en ocasiones se alquilaba y se utilizaba a preferencia del alquilador. Cameron Saint Bonnet siempre la alquilaba en sus fiestas y además quienes quisieran pasaban la noche en una de las habitaciones para ahorrarse la multa de conducción por alcohol.- Clifford, por el contrario, nunca antes había estado en el Beronia, pero él deseaba otra habitación especialmente. Me resultó extraño pero en mi estado de cólera no soportaba más la espera y le seguí hasta la habitación 309.
-Una bonita alcoba.- añadió Britania asintiendo.
-Había una tenue luz encendida y tampoco reparé en que la habitación estuviera preparada para aquello. El amado Clifford me desnudó rápidamente y bueno... ya entiendes.
-Os acostasteis.- afirmó la chica con decisión.
-Exactamente.- respondió Georgia para añadir.- Al día siguiente un video de aquella noche había grabado nuestra noche y fue publicado por Internet. Durante semanas el vídeo recorrió todo Manhattan por ordenadores y móviles. Fui terriblemente ridiculizada por Prudent Berti y Clifford Warren que, desde entonces, mantuvieron una larga relación amorosa.
-¿Es qué Clifford Warren te dejó por el vídeo erótico?
-Clifford Warren.- recalcó Georgiana con odio.- Fue quien “envenenó” mi copa de ron.- hizo el gesto de las comillas con ambas manos a la vez que remarcaba la palabra.- Por eso me supo tan delicioso, a pesar, de que no gusta tomar ron y aquella preferencia por la habitación 309. Era un complot entre Prudent y Clifford, quien me lo aseguró por un e-mail un mes más tarde. Al parecer Clifford tenía pensado cortar nuestra relación cuando habló con Prudent Berti. Ella lo engatusó para enamorarlo y ponerlo en contra mía. La muy víbora planeó todo un acontecimiento para putearme. Ella echó un potente afrodisíaco en la bebida que Clifford me trajo, lógicamente ella desconocía mi aborrecimiento por el ron, pero no fui capaz de negarle la bebida a mi chico, entonces, además estaba de lo más dulce. Así que ahí me tienes. Entregándome por primera vez a un chico que apenas sentía cariño por mí. Mi primera vez grabado y visto por todo Manhattan. Ahora puedes imaginarte mi estado y resentimiento.- y con esto, Georgiana finalizó la historia de su vida esperando la desaprobación y luego marcha de Britania por tal desventura.
Por el contrario, ésta se compadeció y lanzándole una agradable sonrisa le acarició dulcemente la mano para mostrarle confianza.
-Es realmente toda una hazaña Georgia. Puedo llamarte Georgia, ¿verdad?- la elogiada asintió débilmente y la miró con inocencia.- La tuya será muchísimo peor. Y si me lo permites, me gustaría contribuir.
A Georgiana se le iluminó el rostro al comprobar que no le faltaban aliados para su venganza contra Prudent y le sonrió con mayores ganas.
-Tenemos el plan pensado Britania, solo tenemos que llevarlo a cabo. Pero para eso necesitamos a mi hermana y no aparece.- dijo Cameron, quién miraba a Britany aún con desconfianza.
-¿Tu hermana? ¿Dónde está?- se volvió a Cameron.
-Desconozco su paradero.- explicó la chica.
-¿Por qué no me contáis el plan?- la cara de Britania se volvió a crispar y a interesarse por las consecuencias de la guerra en Manhattan.
-Prudent Berti no es una chica limpia. Tenemos entendido que es, anónimamente, de las más problemáticas del lugar con respecto al alcohol y la droga.
-¿Alcohólica? ¿Drogadicta?- preguntó con un atisbo de alegría.
-Tú lo has dicho, cariño.- se rió a su vez Georgiana.
-Al parecer nuestra amada Prudent.- añadió Cameron acercándose cada vez más a su nueva amiga.- es integrante de una terrible banda de rock. Ella no toca ni canta, por supuesto, ella se reserva para los agradecidos regalos que les presenta al grupo. Muchas veces también ella misma hace la entrega.
-Es la bomba.- dijo con un júbilo disfrute Britany.
-Britania.- dijo en voz bastante alto Georgia.- ¿qué problema tienes tú respecto a Prudent Berti?- preguntó con desconfianza.
-Absolutamente, nada. Cuando llegue al David Clarence comprobé que estaba en el trono, pero puesto que mi posición era incluso más alta que la suya, pues mi popularidad era inmensa respecto a los estudiantes del instituto y ella no hacía nada contra mí y mis chicas, decidí ignorarla y dejarla gobernar en su imaginario trono. Al poco me di cuenta de la veracidad, pero insignificante puesto de reina del David Clarence cuando apareciste tú. Pero aparentemente no tengo ningún inconveniente para con ella… Hasta ahora, por supuesto. – contó Britania.
-El plan es este.- dijo Cameron completamente confiada.- Las amigas de mi hermana conoce a una de las integrantes del grupo, Julemi Young, la batería. En uno de los días previstos para drogarse, Miley Buttercup, amiga de mi hermana, se introducirá con ellos y hará fotos de Prudent Berti en plena acción. Las obtendremos al día siguiente y las mandaremos al David Clarence, a sus padres y todas las personas conocidas. Al diseñador Stahl de la pasarela de Los Ángeles.
-Sí, por otro lado, nos encargaremos de hacer una fiesta ibicenca los próximos días a la que, obviamente, la chica asistirá y allí mismo, acompañada por Clifford Warren, buscaré la forma de llevármelo a algún lado, delante de sus mismísimas narices. Por supuesto que no significa eso que crea que él vuelve a quererme, pero eso es lo que parecerá a los ojos de Prudent. ¿Comprendes?
-Perfectamente…- lo pensó durante unos instantes y luego añadió.- Y me gusta. Me gusta vuestra idea. Apenas conocía la parte de las fotos.
-Pues ese es el plan.- concluyó Georgiana.
Las tres chicas se quedaron durante unos momentos en silencio meditando sobre lo hablado. ¿Habrían dicho demasiado a la astuta Britania Queen? ¿Utilizaría, ésta lo sucedido en su contra?

jueves, 25 de febrero de 2010

Dulces momentos en el paraíso

Britania guió a las chicas hasta el jardín de interior en la zona más alejada de la estancia. Al sentarse en las lujosas sillas y junto a la mesa a juego, que permanecía junto a la pequeña piscina climatizada, Georgianna pidió a Sidney que trajera unas copas y así tener algo más de intimidad.
-Bueno, ya estamos tranquilas. Cuenta qué es lo que pasa con la pobrecita Prudent Berti
-Es una larguísima historia.- le confió Georgia.-¿dispuesta a escuchar?
-Estoy impaciente.- le contestó la chica, que realmente lo estaba, esbozando una radiante sonrisa.
Georgianna empezó a contar su historia mientras a su vez recordaba cada detalle de aquel periodo de su vida.

Meses atrás Georgianna conoció al guapísimo Clifford Warren, en una de las numerosas fiestas en la playa de verano. Clifford Warren tenía tres años más y era todo cuanto una sencilla chica podía desear. Era terriblemente apuesto y fuerte. Sus ojos verdes y pícaros podían reflejar una inmensa calma y confianza que aplacaba a quien los observara. Era educado, maduro, responsable, preocupado, detallista. Y Georgianna estaba locamente enamorada de él. Recordaba su primer beso. Los jugueteos de pies bajo la mesa, quien Clifford inmovilizó a los de Georgianna reteniéndolos entre los suyos propios, un acto totalmente acaramelado, en una de las mejores pizzerías. El primer descarado coqueteo por parte de la señorita en una espera mientras él descansaba apoyado en la superficie de una de las mesas exteriores. Recordaba la primera vez que Clifford agarró delicadamente la mano mientras paseaban juntos por la orilla de la playa atardecida, para sorpresa de Georgia. Aquella primera vez que ambos esperaban el ansioso beso del otro mientras disimuladamente miraban interesados el sol, que rezaba porque los locos enamorados de Manhattan lo dejaran de observar y poder dormir, dejando así el paso a la radiante luna.
Georgianna le echaba de menos, pues ella tenía una imagen de príncipe azul, y había aparecido. Recordaba como cruzaban la calle en una de las tardes de verano y Georgianna despreocupadamente y distraída pasaba sin mirar cuando una fuerte mano la agarró por el hombro empujándola a sus brazos y reteniéndola mientras pasaba un Porsche a toda velocidad.
-Huy, perdón.- dijo tímidamente la chica mirándolo con ojos apenados. Él tan solo se rió y siguió caminando sin quitar aún los brazos alrededor de sus hombros.
Pero eso era todo. Primeras veces, pues su encaprichamiento no pudo durarle más.

Y así continuaban los recuerdos, que por supuesto no los contaba todos a la interesada Britany.
-Bueno, la historia es que era mío. Y esa zorra me dio en mi punto flaco.
Mientras Georgianna contaba el resto de la trama no podía evitar recordar con nostalgia más momentos. El día más deseado de su día había llegado. Después de una larga caminata y diversos temas abordados con alegría, los chicos decidieron descansar sentados en una de los grandes bancos de piedra del Parque de las Luces.
Clifford, sentado, no apartaba la mirada de la chica, que aún estaba de pie. Ella, en un momento de valentía, se acercó a él con decisión y se colocó entre sus piernas. Él, sin ningún tipo de inconveniente, entreabrió para acomodarla y alzando sus brazos hacía la delicada cintura de Georgianna apretándola junto a él y manteniéndose muy quieto sin desviar la mirada de los profundos ojos azules de Georgia.
Permanecieron durante un largo rato mirándose sin más. Georgianna, algo cohibida apartó los lazos que la mantenían en el paraíso del interior de Clifford y giró la cabeza ligeramente, desviándola a cualquier punto y pudiendo disimular sus deseos de amor, de besos, de caricias, de él.
Volvió a girar la cabeza mirando hacia abajo cuando se percató, sorprendida de que el chico no había desviado su mirada en un intento de disimular vagamente. Se encontró con sus preciosos ojos vivos y ladeando la mirada livianamente se fijó en los carnosos y suaves labios. ¡Ay, cuánto deseaba poder besarlos! Pero él se mantenía en su posición, aunque también la miraba fijamente, no se decidía a besarla. Georgianna, cansada de tantos tumbos, se inclinó y apoyó sus exquisitos labios en los de Clifford y éste comprendiendo el mensaje respondió su delicado beso con uno más apasionado, pues él también lo había estado deseando todo el tiempo.
Abrazándola más fuerte, Clifford la atrajo a sí y dejándola caer levemente sobre su falda, acunándola como una niña pequeña, la siguió besando y acariciando su cara con sutileza. Clifford miró los ojos de su encaprichamiento para comprobar el deseo en ellos para volver a repetir el proceso, besándola y rozando, con las yemas de los dedos, la dulce tez blanquecina de Georgia.
Su amor iba en aumento y cuando recordaba estos momentos no podía más que palidecer. El detalle fue percatado rápidamente por la audaz Britania Queen, quien con un hilo de voz la espabiló de sus dulces recuerdos.
-¿Georgianna, sigues con nosotras?- le preguntó divertida. Georgianna despertó de su gozo y colorada por su incoherencia titubeó y sonrió tímidamente. Britania rió con alegría por la ocurrencia de la niña.

lunes, 22 de febrero de 2010

La fiesta de los Queen ¿Y Leonor?



“I gotta feeling that tonight's gonna be a good night
That tonight's gonna be a good night “


Sonaba de fondo mientras las chicas corrían por las habitaciones de un lado para otro, maquillaje, planchas, colorete, sombras, tenacillas, cinta, zapatos…

-¿Georgianna, qué te queda?- preguntó impaciente Cameron por salir de casa.

-Estoy buscando mis zapatos.- contestó la prima desde el suelo y con la cabeza bajo la cama.- ¿sabes dónde están?

-Pues no.- le respondió justo en el momento que los vio bajo el sofá del mini salón de su habitación.- ¡Eh, Georgia! Están aquí. Date prisa. ¿Ha llamado mi hermana?

-Oh, gracias.- le dijo mientras corría al lanzarse al suelo.- Mi móvil no ha sonado y tampoco escuché en ningún momento el tuyo.

Después de media hora más, bajaron en el ascensor mientras les esperaba la limusina abajo.

-¿La limusina?- se extrañó Georgianna.- ¿Por qué no vamos en mi coche?

-¿Sabes dónde está la casa de los Queen? Bien, pues yo tampoco.- le contestó su prima montándose en el cálido vehículo. Dirigiéndose al chófer, dijo.- A la calle Kristal Boo, Roger.

-Claro, señorita. ¿Casa de los Queen?- se atrevió a preguntar el conductor.

-Exactamente, ¿sabes dónde está, Roger?

-Sí, señorita Saint Bonnet. Para allá, ¿verdad?- quiso asegurarse el hombre.

-Pues sí, y Roger.- añadió la chica mientras se acondicionaba al asiento.- intenta no escuchar más las conversaciones ajenas, ¿sí?

-Sí claro, señorita, perdone.- se lamentó Roger, pensando que no se había dado cuenta de su intromisión y cerrando la ventana tintada que dividía la zona del conductor con la espaciosa estancia de los dueños.

Georgia la miró sonriendo, pues ella aunque se había dado cuenta de atrevimiento del chofer al suponer a donde se dirigían por la conversación, tampoco se esperaba que su prima le reprimiera.

-Te felicito, Cameron. Creo que nunca te vi regañar a ningún sirviente sin lamentarte después.- le dijo mientras lucía unos fabulosos dientes blancos con malicia.

-No lo hagas, sigue sin gustarme. Pero no es culpa mía que cada vez sean más confiados. ¿Una copa?- dijo Cameron mientras con la ágil mano sacó dos copas limpias del compartimento de delante.

-No, no. Gracias, pero me espera una larga noche por delante. Espero llegar viva a mi casa.

-No seas niña. No me puedo creer que no puedas con una copita de nada.- le bromeó su prima.- me siento terriblemente decepcionada, Geor.

-Entre Leonor y tú me lleváis por el mal camino, querida.- le contestó mientras le arrebataba una de las copas de la delicada mano de su prima. Se rió.- ¿Qué tienes por ahí?

-Por cierto, ¿qué habrá sido de Leonor? Antes la estuve llamando y no me lo cogía, y tampoco tengo el teléfono de Courtney. – le dijo con suave voz, mientras sacaba de la guantera una botella de Lambrusco.- ¿Crees que habrá tenido algún problema con lo que estaba tomando? Había mezclado mucho…

Georgianna no sabía que decirle, la única respuesta que se le ocurría no era positiva y no quería estropear la fantástica noche que les esperaba.

-Probablemente estará haciendo el tonto con Courtney. No te preocupes, ya la veremos ahora.- le dijo con una de las sonrisas más cálidas y confortable que le podía salir en aquel momento.

Cuando llegaron a la fiesta, Georgianna salió de la limusina, pero Cameron volvió a inclinarse hacia delante mientras apretaba el botón que bajaba la ventanilla divisora.

-Roger, tiene usted que venir a recogerme.- le indicó.

-Por supuesto, señorita Saint Bonnet. Dígame a qué hora y aquí estaré.- le preguntó con inocencia mirándola a los ojos, que se volvieron incrédulos en cuanto formuló la pregunta.- em… esto…

-Roger, ¿de verdad piensas qué te voy a decir la hora de recogida cuando estoy asistiendo a una fiesta? Piénsalo…- le contestó con voz burlona y mientras sus piernas iban apareciendo por la puerta le dijo sin apenas dirigirle una sola mirada de consideración.- ya te llamaré. Buenas noches.

Bajó de la limusina y comprobó que su prima se había envuelto en una chistosa conversación con una de las chicas: Sidney Morrinson. Vestía con un estrecho traje verde con diamantina por doquier. Muy ostentoso, sin duda.

-¡Vaya, Sidney! Estás genial.- le mintió.

-Gracias, Cameron.- le contestó con cierto tono de envidia al ver su exquisito vestido.- Tú también estás muy guapa. Bonito traje.

- Lo sé, querida.- le contestó con un tono de prepotenia, pero no le importó ya que sabía que Sidney no le diría nada. Y dirigiéndose a su prima, quien se esforzaba por reprimir una sonrisa al ver la cara con la que se había quedado la chica por la contestación de Cameron, le dijo.- ¿Puedes creerte qué el chofer me ha preguntado que a qué hora iba a recogerme? Es increíble…

-Para ya, Cameron.- le contestó Georgia echándose a reír, tanto por el comentario como por la cara descompuesta aún de su amiga.- O acabaras consiguiendo que tu madre tenga que pagar un psicólogo para cada uno de los empleados.

-Aguantaran.-objetó.- Por cierto, Sidney- volvió a dirigirse a la chica quien había recompuesto su fachada.- ¿Qué haces aquí?

-¿Perdón? ¿Qué quieres decir, Cameron?- preguntó inocentemente.

-Pues, que quién te ha invitado. Digo, nosotras vamos con mi hermana. ¿Es qué conoces a los Queen?

-Tranquila, Sidney, respira. Te lo pregunta por curiosidad, querida. No es una reprimenda.- le bromeó Georgianna que rompió a risas al observar la cara de espanto de Sidney. Ésta creía que a Cameron no le parecía grata su asistencia en la fiesta y no tardó en pensar alguna forma para volver de inmediato a su conforable casa.

-Bueno, vengo con mi hermana, Cameron.

-Oh, genial. Vamos, no te preocupes, no lo pasaremos increíble, chica.- la animó Cameron, que también se había percatado de la tensión en el humor de su amiga, intentando que se relajara y sinceramente disfrutara de la noche.

En la suntuosa puerta principal esperaban una gran cantidad de invitados, que vestían como si fuese la gran fiesta de Año Nuevo. Un gigantesco hombre, el portero, afrontaba la puerta con una lista entre sus rudas manazas.

-Buenas noches, ¿nombres?- les preguntó amablemente.

-Cameron Saint Bonnet y Georgianna Nutini Da Coppi.- contestó decidida Georgia.

El hombretón se llevó su tiempo revisando la lista hasta dos veces antes de decir:

-Lo siento chicas, pero me temo que no estáis en la lista.

-Eso tiene que ser un error, señor. “Tenemos” que estar.

-No es un error señorita Saint Bonnet. Lo he mirado bien. Lo siento de nuevo. Por favor retírense, obstaculizan la cola.

Ciertamente había una inmensa y fogosa cola de elegantes personas esperando tras ellas.

-Perdone, ¿podría mirar el mío?- intervino la acompañante de las chicas.- mi nombre es Sidney Morrinson, la hermana de Sophie Morrinson.

En esta ocasión el hombre no tardó en buscar y aún menos en contestar. Mientras las amigas la miraban incrédula por el atrevimiento de entrar sin ellas.

-Lo siento señorita, pero usted tampoco. Ahora no se ofenda pero es necesario que se aparte a un lado. Gracias.

Rápidamente Sidney acató órdenes acercándose a las chicas, cuando, apareciendo de la nada, Courtney las agarró por la espalda empujándolas de nuevo al gran portero.

-Kevin, no te preocupes, vienen conmigo. Son familia de Leonor.

-De acuerdo.- les dijo el hombretón mirándolas una vez más, para después con la sonrisa más amable de la noche, añadió.- Podían haber avisado antes, chiquitas.

Dejó espacio para que pasaran las mujeres, pero Georgianna escuchó como susurraba para sí mismo Que clases de trastadas habría hecho su prima Leonor para que todos la temieran de tal forma. Su orgullo crecía aún más cada día que pasaba en Manhattan.

Entonces entraron en el extraordinario salón de los Queen. Era una preciosa habitación, enorme y acomododa. Todo brillaba a su paso. El decorado era magnífico y elegante. Los invitados quedaban boquiabiertos con cada detalle que veían. Las enormes lámparas de araña que colgaban del techo parecían pequeñas estrellas en el fondo, poco iluminaban dejando un entorno tenue y festivo. La música de moda sonaba por cada uno de los rincones pero no se acertaba a encontrar los altavoces donde salía el conveniente ritmo. Todo parecía sacado de una increíble película de Hollywood, en las que todos los espectadores envidiaban su decorado.

Las mesas estaban repletas de comida, canapés, caviar, paté… Y junto a los deliciosos platos, las copas de champan y demás botellas selectas.

-Courtney, ¿dónde está mi hermana?- preguntó Cameron al percatarse de que Leonor no acompañaba a Courtney.

-Se fue tras vosotras. Confiaba en que vendría contigo.- le contestó.

-Pues no lo ha hecho.- Esa respuesta intranquilizó muchísimo a Cameron.- ¿se olvidó el móvil en tu casa, Court?

-No, Cameron. Pero no te preocupes, cariño. Seguro que está por ahí con tu cuñado.- dijo Courtney intentando infundirle un poco de paz y mirando al frente, divisó a dos figuras.- ¡Mira quienes vienen por ahí! ¿Qué tal reinas de la belleza?

-Hola, preciosa.- saludó una chica alta, con una figura expectante y con un brillo especial en sus ojos.- Vaya, ¿a quiénes me traes por aquí?

-Mira, te las presento. Ella es Cameron Saint Bonnet, la hermana de Cameron, quien tiene que estar rondando por aquí haciendo actos indecentes con Oliver Mason.- señaló en tono de broma Courtney mientras su mano se agarraba al hombro de la prima de Cameron.- y ella es Georgianna. La mismísima Georgianna Da Coppi, prima de ésta, también.

-Vaya, encantada, me llamo Candie Queen. Ya veo que tengo el honor de presenciar en mi fiesta a dos futuras reinas de Manhattan. Vaya, Cameron, igual de bella que tu hermana, quien por cierto no he tenido el placer de ver aún. ¿Dónde está?- le preguntó con una afectuosa sonrisa entre sus perfectos rojos labios, mientras con un ligero movimiento se desalojó su liso cabello rojizo de la cara.

-Pues no lo sé. La perdimos esta tarde y aún no sabemos dónde se encuentra.- le contestó con tono preocupante.

-Oh, tranquila, cariño. Estará con Oliver. Luego la buscaremos.

-Hola, me llamo Sidney Morrinson.- intervino la chica que aguardaba, un poco marginada.- Soy la hermana de Sophie.

-Vaya, parece que mis invitadas trajeron a toda la familia. ¿Está tu abuelita por ahí, encanto?

-Eh… pues…

-Georgianna Da Coppi, veo que la familia de mi querida amiga tiene una buena genética. Me chismorrearon por ahí que eras el centro de atención en el David Clarence.- volvió al tema Candie Queen.

-Sí, bueno, ya sabes. Todo lo nuevo es el centro de atención.- le contestó tranquilamente la chica.

-Sí, es cierto. Mirad, os presento a mi hermana, se llama Britana Queen. Ven, Britany. – se giró buscando a su hermana y acercándola al grupo de chicas señaló.- Ella es Georgianna Da Coppi y Cameron Saint Bonnet, la hermana de Leonor. Éstas fabulosas chicas son con las que tienes que salir, no con esa panda de descarriladas a las que llamas amigas.

-¡Candie!- se enfurruñó la chica. Tenía el mismo tono de color en el cabello que su hermana, pero ésta no tenía la misma belleza inhumana de la mayor. Aunque de igual manera, guapa.- Hola, soy Britania. Encantada.

Un chico de tez morena y pelo rubio pasó por el lado del grupo de chicas, cuando todas fijaron su atención solo en él, se notaba que no era del mismo Nueva York, tendría que venir de California, Miami o Florida.

-¡Josh Betancourt!- exclamaron casi al unísono Courtney y Candie.

-Nos vemos luego, chicas.- dijo con fiereza Courtney mientras agarraba del brazo a su amiga.

-Tened cuidado, preciosas.- añadió Candie arrastrada por la última.

-Vaya, vaya… Así que tenemos aquí a la famosa Georgianna Da Coppi.- señaló Britania mirando con interés a ésta.- Cameron, no me esperaba que fuese así tu prima. – y dando un ligero vistazo alrededor, comprobó que otra chica más estaba callada entre ellas.-Oh, Sidney, no te había visto. ¿Qué tal estás?

-Muy bien, Britany, gracias. Espero que tú te encuentres igual.- respondió complaciente la niña.

-Aún mejor, guapa. – y volviendo a dirigirse a las primas añadió.- Bueno, Georgianna, mi hermana me chivó tu pequeño plan. Es realmente malévolo. ¿Puedo saber la causa de tal “putada”? Sabrás que le joderás la existencia, ¿verdad?

-Claro, claro que sí. Eso es lo que espero.- dijo con una perversa sonrisa y un brillo de picardía en sus azulados ojos mar.

domingo, 21 de febrero de 2010

"El bufete de mi madre me sacará de esto..."

Aquel gigantesco hombre estuvo apuntó de alcanzarla si no fuese porque oyó una voz y retrocedió unos centímetros.

-¿Leo?- también ella lo había escuchado. ¿Quién era? ¿Es qué había alguien viéndola? ¿Y si era aquel hombre que creía que era un rápido violador y tan solo era un amigo? Peor aún… ¿Y si era un desconocido que sabía su nombre por alguna circunstancia, porque la conocía o lo que fuese y la llamaba para despistarla? Pero no, no era aquel hombre.

-¿Oliver?

-Leonor, ¿por qué corres? ¿Estás bien?- preguntó preocupado.

-Dios mío, Oliver, gracias por estar aquí.- pero ella aún no era capaz de divisarlo y tampoco creía que estuviera cerca. De repente notó como algo la agarraba con fuerza y le tapaba la boca con una sudada y maloliente mano de gruesos dedos. Intentó gritar pero no podía al menos se escuchó el sonido de su garganta que no paró hasta que le comenzó a escocer. El asqueroso hombre la arrastraba a las sombras de una calle sin salida y vacía.

-¿Leonor? ¿Qué te pasa? Leonor, ¿dónde estás? – preguntó nervioso Oliver Mason al darse cuenta que algo no iba bien.

Entonces el individuo, en un descuido de disminuir su fuerza taponando la boca de la chica, Leonor consiguió morderle fuertemente la mano hasta que notó la sangre brotar por la boca y gritó con todas sus fuerzas:

-¡Socorro!, ¡ Oliver! ¡Estoy aquí!- corrió a decir Leonor que pensó en dar un alto chillido para que su novio encontrara el lugar. Por fortuna así fue.

-¿Leonor, estás aquí? Pero… ¿quién eres tú?- solo le dio tiempo a decir eso cuando una sombra le golpeó en la cara. “Pero que coño…” le volvió a empujar hasta que lo empotró con una pared fría y húmeda con olor a frito, debido al restaurante de comida rápida Jacson’s Food, era la parte trasera, la zona de la basura.

Entonces Oliver comprendió de que iba la historia y antes de que le volviera a golpear se giró sobre sí mismo y escuchó el golpe de puño en la pared. “Dios, eso me habría dejado inconsciente, sin duda.” Intentó buscar con la mirada a su novia pero todo estaba demasiado oscuro. Decidió agacharse y pensar en la situación desde abajo, donde no pudiera pegarle más puñetazos, tampoco sabría que se había agachado para patearle. Vale, Leonor está llorando acuclillada en la esquina y ese hijo de su madre aún me busca por la pared.” Vio un gran cubo de basura esférico y profundo, y sin más dilaciones decidió agarrarlo volverse al desgraciado e introducirlo por la cabeza para desorbitarlo. Acto seguido lo dio una patada con todas sus fuerzas y lo empujó en la pared donde se dio un fuerte golpe y se quedó en el sitio.

-¡Vamos, Leonor! ¡Corre!

Leonor obedeció sin pensar y corrió para ponerse a salvo. Pero ¿qué es lo que haría Oliver? ¿Cómo lo iba a dejar solo con ese bicharraco? Tenía que ayudarle. De acuerdo, ¿qué puedo hacer? La policía tardará en llegar y ese hombre era demasiado robusto, Oliver no podrá con él, así que tengo que ayudarle a derribarlo. Venga, Leonor no pienses, actúa.

Miró por todos lados buscando alguna cosa, instrumento o persona que le ayudara a defender a su chico.

-¿Por qué no puede haber un bate de beisbol apoyado en la pared de algún establecimiento como pasa en las películas?- se dijo para sí misma, agobiada por no encontrar algún utensilio que la auxiliase. Sus piernas comenzaban a flaquear y se dio cuenta que desfallecería en cualquier momento. “Necesito… sentarme…” Un estruendoso ruido se escuchó en el callejón donde golpeaban a Oliver y Leonor aún no había hecho nada por ayudarlo.

-Vamos, Leonor, tranquila. Oliver te necesita así que respira profundo.- se dijo.- vamos, soy Leonor Saint Bonnet. He hecho cosas peores…- entonces mientras levantaba el rostro vio cuan ciega había estado, pues el coche de Oliver descansaba con la puerta abierta en mitad de la calle. Se levantó con un poco de dificultad pero consiguió llegar al coche.

-¡Genial!- exclamó estupefacta cuando vio que Oliver se había dejado la llave en el contacto cuando salió nervioso a auxiliarla.- De acuerdo, ¿qué puedo hacer?- entonces se le ocurrió algo.

Se acomodó en el asiento del conductor, ajustó rápidamente el sillón a su posición y se abrochó el cinturón. Giro la llave en el contacto y apretó el botón del aire acondicionado que le dio un buena sensación de frescor que le arrebató los nervios y el decaimiento. Pisó el acelerador en punto muerto y buscando la dirección de la callejuela, levantó levemente el pie del acelerador y quitó el freno de mano. Tal y como había hecho antes, presionó fuerte el acelerador de nuevo pero esta vez no en el sitio, por el contrario el coche gruñó con un ruidoso sonido y sintió el cosquilleo que se liberó por todo su cuerpo. Sentía la adrenalina expandirse por cada centímetro de su menuda figura y notó a la velocidad a la que se acercaba a la pareja de hombres peleando a muerte. Debido a la adrenalina del momento, de los terribles deseos por ayudar a su novio y aquellos por liquidar a esa bestia, sus sentidos se agudizaron y vio perfectamente el contorno donde se encontraban, ahora con cara de espanto al ver aproximarse a tal velocidad un feroz coche que no daba la impresión de pararse en algún momento.

El miedo los paralizó, no podían andar ni hablar. Pero Oliver reconoció su coche y a la chica que iba dentro. Imaginó el plan y se echó a un lado mientras el gigantesco hombre no se daba cuenta de sus pasos. Leonor fijo su vista y el resto de los sentidos en su objetivo, en su posible víctima. “Podría atropellar a este desgraciado, al fin y al cabo es en defensa propia. Además el bufete de mi madre no permitirá que me pasara nada. Me pondrán un gran monumento a mi honor por excluir del mundo y el resto de las mujeres a este violador sin nombre. No volverás a dañar a nadie, hijo de perra. Te acordarás de mi resto de tu vida o con un poco de suerte no te quedara vida que recordar. Voy a por ti.”

Entonces la imagen de Cameron se le vino a la cabeza, la imagen de su hermana. ¿Qué pensaría ella? No le gustaría ni de coña “Cameron...” Pero no aminoró el paso, casi entra en estado de shock llevándose al estúpido delincuente por delante y su propia vida atravesando la pared. Sus extremidades no le respondían, su pie no soltaba el acelerador, su cerebro no pensaba. De manera inconsciente la imagen aterrada de Oliver le vino a la mente y sus ojos se dirigieron directamente a la figura asustada de su novio. Su pie soltó el acelerador y apretó con toda la fuerza que le fue posible el freno y en el mismo instante hizo con el freno de mano. Leonor ya no era capaz de pensar, solo actuaba, su cuerpo hacía lo propio y a su manera, ella no sabía cómo lo consiguió. Oliver se quedó unos segundos paralizado pero consiguió correr a la puerta del copiloto y abrocharse el cinturón mientras el cuerpo de Leonor lo sacaba de ahí con su coche.

Un fin

-Courtney, sería mejor que me vuelva con mi hermana y mi prima.- explicó Leonor a su amiga cuando cayó en la cuenta de que Cameron nunca se enfada sin motivo.
-Oh, vamos Leo, no seas tan estrecha tu también. Ha sido divertido, ¿verdad?
-¿Divertido? ¿Te ha gustado el beso?
-¿Es qué a ti no?- le preguntó Courtney como si fuese lo obvio.
-Estás loca, tía. Me voy ya. Nos vemos en casa de Candie Queen, ¿de acuerdo?- dijo Leonor mientras se levantaba y de reojo vio la cara sorprendida y enfurruñada de su amiga.- vamos Court, no seas niña. He dejado a mi hermana pequeña y a mi prima irse solas. Tengo que acompañarlas.
-No digas tonterías Leonor, tu hermanita y tu prima andan solas por Manhattan desde los catorce.
-Olvídame.- le contestó echándose a reír.- Nos vemos luego, acuérdate del plan, llama a Víctor.
-Como quieras, ¡no llegues tarde!

Leonor Saint Bonnet salió por la puerta con las bolsas de la compra y muy mareada, “debí de comer algo, maldita seas, Courtney” pensó . Dobló la esquina de la calle y comenzó a buscar su coche. "Espera… ¿dónde está el coche Leonor? ¿Dónde lo pusiste? Vaya ciego tengo… ¿Y si vuelvo a casa de Court? ¡Pero yo volví en mi coche maldita sea! Espera… Georgia y Cameron si tuvieron que ir de alguna manera… ¡ZORRAS! Se han llevado mi coche, ya verá cuando llegue, se van a enterar esos dos de quien es Leonor Saint Bonnet. Tendré que…"

Algo la distrajo de su conflicto mental. Alguien la seguía. Aceleró el paso y giró la primera esquina que vio. Un hombre, era un hombre alto y fuerte por el volumen de su cuerpo, o quizás solo era gordo, y estaba rapado. Leonor pensó que seguramente solo eran tonterías suyas, al fin y al cabo se había tomado una pastilla a escondidas de su hermana. "Vale, tranquila. Voy a girar por la Robbel Street y bajaré las escaleras de madera, luego volveré dando la vuelta a la manzana y subiré de nuevo por las escaleras." Tal y como lo decidió, aceleró un poco más el paso y se metió por la calle Robbel y los tacones de las botas rojas recién adquiridas de Christian Dior resonaron en la madera de la escalera. Volvió a girar otra esquina que había a su derecha , cuando llegó al final de la calle se giró para comprobar el paradero de aquel extraño hombre: "Uff… menos mal, ya no está. Debo estar quedándome loca, la droga es mala…." Cuando comenzó a aminorar el ritmo de sus pasos como un paseo normal y tranquilo, y siguió caminando para volver a Robbel Street, escuchó un estornudo a su espalda.
De inmediato se volvió para comprobar que aquel estornudo estruendoso era del repulsivo hombre que aún la seguía desde su posición intentando, sin éxito ninguno, ser discreto. Leonor automáticamente echó a correr sin pensárselo y dejó atrás las escaleras de inmediato, sin saber ni donde se encontraba y a donde se iba a dirigir, solo pensaba en correr, correr, correr.
¿Pero qué narices querrá ese degenerado? La respuesta le llegó de inmediato al pensar en “degenerado” . Decidió correr más rápido pero las botas no se lo permitían. Por suerte había entrenado muchísimo para la carrera de tacones del instituto David Clarence y no le costaba tanto, como sí le sería para una chica que andaba con tacones normales. Leonor, como tantas otras chicas del instituto, había participado varios años en los campeonatos del instituto. Había sido idea de ella cuando entró el primer año como estudiante: una carrera en tacones. También era para los chicos por supuesto, pero casi ninguno lo hacía. ¡Cuántos salieron del armario después de un campeonato de los tacones! Además Leonor había ganado los dos últimos años, pues había entrenado muchísimo. Gracias a su peculiar propósito, eso le permitió correr con mayor agilidad pero el hombre que la seguía no se daba por vencido y aceleró a su vez la carrera. "¡Vamos, Leonor, tienes que correr! Tenía que haberme quedado en casa de Courtney, ¡joder! Me va a alcanzar… lo sé… todo se acabará para mí."

miércoles, 17 de febrero de 2010

Trapos sucios

Las chicas se sentaron en una mesa de cuatro en la zona privada del restaurant italiano Giorello. Cada plato fue traducido por Georgianna y pidieron los manjares más exquisitos de la carta junto con una botella del vino más caro del lugar. Después de unos deliciosos helados hechos en el mismo restaurante, que un par de caballeros de una mesa a unos cuatro metros les invitaron. Consiguieron a cambio una invitación a la fiesta a la que acudirían con sus amigos.
Entraron en todas las tiendas de ropa, de complementos y zapaterías que había en el Centro Comercial Entherat. Vieron cantidad de hermosos vestidos, de todos los colores, cortes, pedrería. Todo tipo de escotes, cuello alto, de pico… Buscaron veinte pares de zapatos cada una y finalmente se decidieron. Quemaron la tarjeta de crédito, ya le darían cuentas luego a sus padres. Y Leonor le regaló el traje de la fiesta a Courtney quien feliz por el detalle de su amiga le regaló los zapatos que le habían gustado para el vestido.
Cameron se decidió por un vestido de noche negro y ajustado por la cintura y caía en vuelos. El escote de corte griego y recogido a un lado del hombro y con una fina pedrería en la unión del tirante y un escote de la espalda con la forma también ovalada pero más pronunciada. Los zapatos negros de terciopelo con un sencillo y pequeño lazo en la zona de atrás.
Georgianna y Courtney vieron un precioso vestido azul oscuro, de palabra de honor y una cinta de encaje blanco roto que acababa como una delicada flor a un lado, bajo el pecho ajustándolo y cayendo por debajo de la rodilla en tirones de tul azul. A juego llevó unos largos pendientes de diamantes con una gargantilla de bisutería y plata de Gucci. Los zapatos blanco roto y gran tacón. Puesto que Courtney era demasiado alta para el traje decidió cedérselo a Georgianna, pese a que ésta ya había decidido comprárselo quisiera Courtney o no.
Courtney y Leonor se buscaron en Massimo Dutti vestidos de noche. Leonor encontró un precioso traje largo, rojo que caía en cascada y cubierto de tul. Agarrado al cuello, Leonor pensó que lo más conveniente sería llevar la cara despejada con un sutil moño italiano.
Courtney por su lado tenía encargado un vestido explícito para el momento y se lo tuvieron guardado desde hacía meses.
Un largo traje amarillo de seda, le llegaba a los pies, que le permitieron ponerse unos frágiles zapatos descubiertos negros, a juego con el bolso y el chal.

Contentas por su compra, y después de mil fotos, las chicas se dirigieron a la casa de Courtney, que estaba sola. Cenaron animadamente y continuaron con videos, fotos y otras diversiones.
Georgianna vio como su prima y su amiga sacaban algo del bolso.
-¿Qué es eso, Cameron?- le susurró en oído.
-Marihuana, hija.
Las chicas bebieron sin parar y Leonor le sugirió a su prima que probara.
-Ya lo he probado, he fumado con mis amigas de vez en cuando.- dijo.
-¿Sí? ¡Qué graciosa! Toma, guapa.- le ofreció Courtney.
-No… no me apetece.
-No seas tonta, Geor, venga toma.- le ordenó su prima mayor arrebatándole el cigarro de marihuana a su amiga.- venga.
Georgianna hizo lo que le dijo su prima, no podía ser tan malo si ella se lo pedía, además era cierto que sí que lo había probado y se lo había pasado realmente bien la noche que se acostó con Clark Jackson, su primer novio.
-Así que no eres virgen, ¿eh?- le afirmo de repente Courtney.- ¿Con qué edad, querida?
-¿Eh? Bueno… era mi cumpleaños, cumplía dieciséis.
-Ah.- dijo pensativa.- buena edad. Pronto, pero bueno.
-Sé de algunas que lo hicieron antes.- bromeó Leonor a Courtney.
-No seas zorra, cállate.- se rio su amiga.
-No me puedo creer que se lo dijeras, Leonor.
-¿Y qué más da? Courtney es mi mejor amiga, no se lo dirá a nadie.- aclaró Leonor mirando a su amiga.
-Oh… que dulce eres, cariño. Tú también eres mi mejor amiga.- Le dijo Courtney quien se previo aviso y dejándonos a todas sorprendidas le plantó un beso en los labios.
-No seas lesbiana, Court.- dijo con voz perdida Leonor.- dejame, anda.
Pero entonces Courtney riéndose, volvió a besarla levemente y esta vez, Leonor le siguió el beso. No se lo podían creer.
-¡Leonor! ¿Qué coño estás haciendo? – le preguntó terriblemente nerviosa su hermana.
-Oh, Cameron, no te enfades. Estamos drogadamente de broma, querida.- le dijo Courtney riéndose y apartándose de su amiga.- Vamos, no seas aguafiestas.
-Estoy de tus “aguafiestas” un tanto cansada. Me voy. ¿Vienes Georgianna?
-Sí, por favor.
Acto seguido ambos cogieron sus bolsas y se volvieron en taxi a casa de Georgia.

martes, 16 de febrero de 2010

Leonor y Courtney

Al salir las chicas quedaron contentas con la mayoría de las clases, incluida Georgianna, quien aún no había tenido el placer de conocer a Jason Gleen. Al encontrarse junto a la gran fuente de piedra, las chicas decidieron quedar para tomar un café más tarde.
-No te preocupes Geor, luego hablaremos sobre el plan contra… -le dijo Cloe en voz floja, pero lo suficiente alto para que se enteraran las demás, quienes rieron con ella cuando señaló a Prudent Berti, la antigua reina del David Clarence. Antigua al menos hasta que apareció Georgianna Da Coppi.
-No le perdonaré lo que hizo, pero ¿sabéis? No hace falta que nosotras hagamos nada. Tenemos las manos limpias, ¿verdad, Cameron?
-Por supuesto.- le contestó su prima riendo.- se encargará mi hermana.
-Sí, esa inepta se olvidó que mi prima es Leonor Saint Bonnet. Ya sabéis como es. Ya me dijo que había ideado un plan perfecto que pronto se llevara a cabo entre sus niñas. – aclaró Georgianna.
-Ojalá yo tuviera un grupo de chicas limpiando el suelo que piso y haciendo todo lo que diga.- dijo de forma inconsciente Nicole Hardle.
-No seas idiota Nicole, tienes algo mejor que estúpidas pelotas detrás de tu falda. Tienes amigas que sabes que harán lo que fuera por ti o por cualquiera de nosotras.- le replicó Wendy.
-Delicioso, pero tengo que irme.- interrumpió Savannah.- nos vemos en el café.
-¿Es qué has quedado con Stevan Gleen?- le preguntó Cloe de forma intencionada, pero no obtuvo respuesta pues su amiga se había ido ya.
-Apuesto a que sí.- Georgia estaba demasiado seria. Después se acercó a Cloe y la atrajo a un rincón donde nadie la escuchase.
-Cloe, espero que olvidaras mi arrebato de antes. Se ha pasado. Stevan Betancourt es de Savannah, comprendido. No hace falta que murmures nada por ahí, ¿de acuerdo?
-Si ya…- dijo Cloe meditándolo durante un segundo para luego con una leve sonrisa replicar.- Sí, claro, Georgianna. No hay problemas. No te interesa en absoluto. No te preocupes.
Aunque Georgianna no se había quedado del todo convencida de la promesa de su amiga, se quedó satisfecha pues sabía que no iba a conseguir más. Ambas volvieron a la posición donde el resto de las chicas las esperaban. Kaytlin y Wendy se habían ido ya. Cloe, Sarah y Nicole se disponían a irse juntas en el coche oficial de la casa de los Mirstone, cuando llegó un BMW rojo, descapotable, con un par de chicas dentro.
-¡Hola Cameron!- saludó con excesivo entusiasmo Courtney, una amiga de Leonor.- Vamos entrad chicas, tenemos prisa.- siguió mientras se levantaba del asiento para dejar paso a Cameron y Georgianna.
-Hola cariño.- saludó Leonor desde el asiento de conductor.- ¿Por qué no subís? Lo siento niñas, pero no os puedo llevar, están los asientos ocupados.- se dirigió a Cloe y las demás luciendo una magnífica sonrisa.
-Adiós chicas, nos vemos luego.- se despidió Georgianna haciendo caso de las señas de Courtney, quién se rió animadamente y soltó un bufido justo antes de un “lo dudo”.
-Os llamo luego.- dijo Cameron observando la fachada de Leonor y su amiga.
Segundos después que Courtney metiera su pie a la seguridad del coche y sin apenas cerrar la puerta, Leonor aceleró imprudentemente gritando un “Uau” y dejando atrás a las demás, que se quedaron inmóviles mirando durante un instante el BMW alejarse.
Pasaron rápidamente por largas calles y tras numerosos silbidos de chicos que veía pasar el increíble descapotable rojo repleto de chicas, Cameron decidió preguntar.
-En serio, ¿qué os habéis tomado?
-Nada.- dijo muy elocuente su hermana, echándose a reír junto con su borracha amiga.
-No me puedo creer que hayáis bebido. Leonor, ¿has ido a la facultad?
-Querida, los universitarios empezamos más tarde.
-Eres increíble, Leonor.
-Oh, vamos, no seas aguafiestas, Cameron. Nos lo estamos pasando bien.- le dijo Courtney con tono divertido.
-Courtney, cállate. No tiene sentido lo que dices.
-Tranquilízate, bonita. Courtney es amiga mía.- le atajó su hermana.
-Como si es la Cenicienta. Sois unas enfermas.
-Tienes razón, hermanita. Por eso nos vamos de compras ahora.- gritó de júbilo Leonor Saint Bonnet.
-Pero Leonor, hemos quedado con las chicas. Tenemos planes.- le dijo Georgianna deslizándose adelante para mirar a su prima.
-Como queráis.
-Vamos, Georgia.- comenzó a reírse de nuevo Courtney y girándola para mirarle le dijo.- ¿es qué prefieres a vuestras aburridas amigas antes que iros de compras y de fiesta con nosotras?
-¿De fiesta?- preguntó extrañada.
-De acuerdo niñas, escuchad. Georgia vete al asiento de atrás. El plan es este: Vamos al Centro Comercial Entherat para comer algo y quitarnos la que llevamos encima.- dijo Leonor riéndose tontamente una vez más y todas miraron como Courtney sacaba unas gafas de sol del bolso.- Luego nos compraremos los mejores conjuntos de todas las tiendas e iremos esta noche a una fiesta que dan los Queen.
-¿Dave y Candie Queen? – preguntó asombrada Georgianna, que notó como le iba subiendo la emoción y la adrenalina por dentro.
-También estará Britany.- aclaró su prima.- deberíais haceros amiga suya y de sus amigas. Tienen mucha clase.
-Sí, para tomar drogas y meterse en líos.- añadió Cameron.
-Hacedme caso. Tú ya tienes tu lugar en la sociedad gracias a mí, pero Georgianna debe hacerse hueco por sí sola. No vais a estar por ahí toda la vida diciendo que sois familia de Leonor Saint Bonnet.
-Eres una idiota.- se quejó su hermana. Todas rieron y dirigiéndose al aparcamiento del Centro Comercial Entherat, se contagiaron del júbilo de Leonor y Courtney.

lunes, 15 de febrero de 2010

David Clarence, fundador del colegio privado más célebre de todo Manhattan

En el instituto David Clarence esperaban con una superficial impaciencia a las chicas que aún estaban por bajar de la ostentosa limusina. Esperaban dar la bienvenida a la nueva alumna de aquel instituto tan prestigioso de Manhattan. Georgianna acababa de trasladarse debido a la necesaria incorporación de su madre, Elizabeth Nutini Da Coppi, en la empresa familiar. La empresa Néstor iba viento en popa hasta que el presidente Allen Néstor, el padre de Elizabeth, murió y repartió todas las acciones de la empresa entre sus cuatro hijos, los cuales trabajaban en la misma empresa a excepción de Elizabeth Da Coppi que vivía junto con su marido y sus hijos en Assis, Italia.
Georgianna había estado viajando continuamente a Estados Unidos por cada cumpleaños o fiesta que se celebrara y se alojaba en el Hotel Salvagal cuando era acompañada por sus padres y en casa de los Saint Bonnet cuando viajaba sola. Cuando eran pequeñas acostumbraban a jugar juntas Cameron y Leonor, pero según crecía Leonor, ya más mayor, se iba distanciando de estos juegos infantiles y comenzaba a salir a la calle a altas horas, se adentraba en la bebida y más sustancias fáciles para aquellos con dinero, fiestas, chicos, y cantidades de amigos. Leonor era extremadamente extrovertida y divertida, además de bonita y no tardó en ser de las más famosas del lugar, todos la conocían y la saludaban sin pudor cada vez que la veían. Leonor felizmente les contestaban de igual manera. Pero Cameron y Georgia aún seguían siendo niñas y jugaban solas. Pasaron los años y Leonor formó su grupo de amigos inseparables y salía continuamente, con vestidos increíbles a fiestas de alta clase. En esos tiempos ya Cameron comenzó por los mismos tiros que su hermana mayor, cosa que en un principio no le hacía mucha gracia a su prima que seguía queriendo jugar e imaginándose historias y vivirlas como antaño hacían.
Pero ya era la hora de crecer, salir y vivir historias reales, ya no eran juegos imaginados, ni películas.
Cameron entabló una larga amistad con unas compañeras de clase que a lo largo de los años formaron un grupo de un total de ocho adolescentes de doce años: Cloe, Wendy, Nicole, Sarah, Sídney, Kaytlin y Savannah. Ésta última la mejor amiga de Cameron Saint Bonnet.
Las chicas siempre recibieron de la mejor manera a la prima de Cameron que sin duda le gustaba cada vez más salir por Nueva York.
-Hola chicas.- saludó alegremente Georgianna a todas.- Ya llegué por fin.
-Pues ya era hora.- dijo Savannah levantándose para abrazarla cariñosamente.- ¿Todo bien?
-Nada podría ir mejor, gracias.
Contestado esto todas se dirigieron a sus primeras clases cuando Stevan Betancourt pasó por delante.
-Sídney.- susurró Georgianna a la chica de apariencia asiática, su larguísimo pelo se movía estrepitosamente con cualquier leve movimiento de cabeza de ésta.- ¿Quién es el que está allí?- preguntó señalando al guapísimo chico de pelo rubio y perfectamente peinado que se acercaba a Savannah Rogerlon.
-¿Stevan? ¿El qué está junto a Savannah?
-Exactamente.- aclaró sin dejar de mirar a su nuevo objetivo.
-Lo siento Georgi, es propiedad de Rogerlon.- le indujo mirándola con ojos divertidos.
-No puede ser, la mosquita muerta se lleva a todos los mejores.- contestó con cierto tono de rabia, y se volvió a mirar a su amiga.
-Es lo que tiene tener un bonito cuerpo, querida. Vamos, acaba de entrar el profesor Thomas.- dijo justamente cuando Stevan le plasmaba un beso a su chica.
-Sí, vamos.
Cuando Georgianna entró, no pasó desapercibida como había pasado al salir de la limusina, solo que no se había dado cuenta hasta ese momento.
-¿Qué es lo que pasa?- preguntó con tono inocente.
-Fácil, ¿te dio tiempo de mirarte al espejo esta mañana?- le preguntó Cloe mientras pasaba a su lado sin mirarla. Aunque Georgianna sí que lo había hecho, decidió mentir.
-No, la verdad, tenía prisa.
-Pues el uniforme te queda como ninguna, estás genial. Apuesto a que iras a la próxima fiesta con Jason Gleen.- Cloe se sentó en un mesa con asiento libre a su lado, puesto que Sídney se había ido a sentar con un chico de tez morena, Georgianna se acercó a la mesa libre.
-¿Quién es Jason Gleen? ¿Y con quién se ha sentado la atolondrada de Sidd?
-Demasiadas preguntas, Geor, para tan poca paciencia. A final de clase.- le contestó Cloe con la intención de concluir el interrogatorio.
-De acuerdo, pero ¿quién es Jason Gleen?- le insistió.
-El más guapo del David Clarence, pesada.- le dijo molesta y mirándola ferozmente a los aturdidos ojos azules de su amiga.- ahora cállate.

Genial, al menos ya tenía pareja para el curso que le esperaba.

viernes, 12 de febrero de 2010

Introducción

Georgianna Nutini Da Coppi, apenas con diecisiete años aprendió a jugar con su vida y con la de los demás sin escrúpulos ni remordimientos algunos. Acostumbrada a que la riqueza superara todas las dificultades impuestas por sí misma y su ambiente superficial de multimillonarios.
La vida era fácil, eran despertados por suaves brisas bajo sus cortinas de colección y la dulce tenue luz del sol que traspasaba las rendijas de las persianas. Descansaban bajo numerosos cojines y edredones acolchados, suaves y delicados, ordenados siempre por criadas preocupadas.
Su desayuno siempre permanecía en su perfecto estado, apenas probado por alguno de ellos, debido a las prisas repentinas de sus relojes puntuales. Otros se tomaban con calma los largos minutos dando pequeños sorbos de su cappuccino y recibiendo las nuevas noticias del barrio.
Las hojas otoñales esperaban con impaciencia las novedades y los ajetreados tacones del nuevo curso mientras el último verano descansaba de cuan múltiples escándalos de los jóvenes adinerados de Manhattan.

Un plácido chico leía tranquilamente en uno de los bancos del parque del centro cuando le llamo la atención el curioso canto de un pajarillo que asomaba por su atolondrada cabeza. Una elegante limusina negra pasaba de frente haciendo callar al amigo volador, que durante un instante permaneció en total silencio acompasado con el chico, que pronto se vio sumido en sus propias divagaciones: ¿qué afortunado se escondería tras aquellas ventanas tintadas de esa desafiante limusina?

Con una copa de brandy aguantada por unos finos guantes blancos, Cameron tomaba su primera copa de la mañana. Todo estaba preparado para lo que restaba del día, salvo retraso de su prima Georgianna.
Como contaba antes, Georgianna, sin bullicio ninguno, se movía tranquilamente por su planta del edificio cuando sonó su móvil y contestó a prisa a su prima:
-Baja.-ordenó Cameron.- no te demores.
De inmediato como colgó la llamada volvieron sus dedos a activarse en un fugaz mensaje escrito que relataba: Plan A, comenzamos.- Acto seguido después de un último buche de su cappuccino con chocolate en polvo, cogió el bolso y entrando en el ascensor bajo al último piso sin pasar por la planta de sus padres.
El día soleado presagiaba ser un magnifico día pese a ser el primero de la rutina, de la aburrida rutina. Una ligera brisa rozó sus delicados rizos cambiando su posición, el suave sonido de los tacones sobre la acera reflejaban el caminar de una joven divina convirtiéndose en mujer. Georgia no se sorprendió al ver la limusina de su prima Cameron, así que, sin dilaciones algunas, entró sin más dejando sus pertenencias a un lado de la estancia y acomodándose en el negro cuero.
-Buenos días, ¿preparada para la vuelta a la rutina?- la saludó con una animada sonrisa acercándose para besar su mejilla, y volviendo a su lugar. Contestándole con otra sonrisa Cameron le indujo:
-Apuesto a que será un curso de lo más interesante, habrá nuevos estudiantes de las afueras y nuevas pretendientes para los chicos más guapos del instituto, nosotras tendremos que encargarnos de todo, querida.-
Ambas sonrieron y Cameron le ofreció una copa a su prima para brindar por el nuevo año riendo y bromeando sobre antiguos recuerdos y futuros que aun quedaban por llegar. Porque en la vida de Cameron Saint Bennet y Georgia Da Coppi, no existía nube oscurecida alguna que amenazara uno de sus días color de rosa.